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viernes, abril 26, 2013

¿Y, si siguiera aquí?


Nunca pasó por mi mente que aquella tarde sería una de esas que me marcarían para toda la vida. Como la mayoría de los adolescentes que se encuentran entre los quince y los dieciséis años, las hormonas de mi cuerpo andaban de arriba abajo a una velocidad casi como la de la luz. No era la primera vez que me sucedía algo similar, aquella sensación que recorría mi cuerpo cada vez que veía a ese chico que me gustaba y que recién acababa de llegar al lugar donde vivía para hacerme sentir, sin que él lo supiera, una de las mejores cosas que me pudieron haber ocurrido.

 Por coincidencias de la vida, su familia rápidamente se relacionó con la mía y por consecuencia, tuve la oportunidad de conocerle. Nathan, como le llamaré en esta historia, era un chico apuesto, alto, de piel trigueña y con un minúsculo vello que apenas aparecía por algunas partes de su cuerpo. Su físico era bastante atractivo, delgado, con piernas bien torneadas, unas manos grandes, los brazos largos y fuertes sin llegar a ser musculosos, una sonrisa atractiva, unos ojos bien abiertos protegidos por unas pestañas largas, voluminosas y su peinado de “mango chupado” que le hacía denotar las facciones de su rostro, un rostro bien definido por una mandíbula que le daba una perfecta forma oval. En pocas palabras era un hombre muy guapo que no pasaba desapercibido y era difícil no echarle una mirada de vez en cuando mientras hacía algunas de sus actividades.

Al principio, cuando lo conocí, simplemente me pareció un chico bastante agradable, ya saben, de esos que tienen una personalidad envidiable, risueño y amigable a más no poder, con confianza y seguridad en sí mismo y con una forma de cautivarte que, aunque no quisieras, al final lograba convencerte. Así era Nathan. No sabía mucho de él cuando hablamos por primera vez. Lo único que intuía era que viajaba con su madre y su hermana desde una ciudad cercana al lugar donde yo vivía. Los motivos que los habían traído hasta esta parte del continente eran meramente de carácter laboral.

Nathan tenía la misma edad y cursaba el mismo grado escolar (auque en otra escuela) que yo, cosa que fue básica para poder conocernos. En ese tiempo, refugiado en la escuela, prácticamente no dejaba mucho espacio para divertirme o para salir con amigos (de los cuales carecía) pero cuando lo conocí, no pude quitarme esa sensación de querer estar más rato con él o simplemente platicar acerca de lo que fuera para poder estar algunos minutos con él.

Cuando por fin lográbamos coincidir en las tardes, el tiempo se me pasaba volando, tal vez porque nunca había tenido un amigo hombre con el cual relacionarme o quizá porque él me consideraba algo más que un cerebro que hablaba y caminaba. No sé hasta qué punto pueda considerar que llegamos a ser buenos amigos o incluso los mejores amigos. Simplemente no nos iban esas etiquetas. Al menos no me preocupaba por ocupar alguno de esos puestos, a mi bastaba con estar a su lado.

Una de las mejores cosas que pudo haber pasado en ese tiempo fue que él se mudó a vivir al mismo sector en el que yo vivía y para que más les guste, sólo bastaba con cruzar la calle para estar inmediatamente en su casa. Desde ahí considero que todo comenzó a ser favorable.

Con el paso del tiempo, empezamos a ser bastante buenos amigos, él iba a mi casa a pasar el rato y yo también lo hacía algunos días. Casi siempre coincidíamos cuando sus padres salían de casa o cuando mi madre se ocupaba en alguno de sus asuntos y dejaba el hogar por unos momentos. La mayoría de nuestras actividades se centraban en jugar algo de videojuegos, ver televisión, hacer tareas y platicar de cualquier cosa que llamara nuestra atención en esos momentos. Algunas veces salíamos con sus primos cuando venían de visita. Por cierto, también íbamos a la misma iglesia, por lo que casi siempre era seguro verlo aunque fuera un rato.

No recuerdo muy bien cómo fue la manera en que empezamos a vernos de diferente manera de la que lo hacen los amigos. Ese día inició como cualquier otro, cada uno fue a la escuela y al término de ésta regresamos a nuestras casas. Era un viernes por la tarde cuando nos pusimos de acuerdo para ir a ver una película a su casa ya que no iban a estar su madre y su hermana. A mi me tocaba llevar las palomitas y a él escoger la película. Cuando llegué a su lugar ya estaba todo listo, así que nos pusimos a disfrutar un rato frente al televisor. La película tenía una que otra escena erótica (no era pornográfica por si lo estaban pensando) pero cada vez que aparecía era imposible que nuestras hormonas no empezaran a inquietarse y hacer que nuestro cuerpo enviará señales a lugares que no eran visitados muy frecuentemente por la luz del sol.

Nunca nadie había visto esa parte de mi anatomía al descubierto hasta esa tarde. No recuerdo a ciencia cierta cómo salió el tema pero de pronto empezamos a platicar si alguno de nosotros se había masturbado anteriormente o se había tocado pensando en alguien. Era obvio que a esa edad, aparte de los delirantes pero escasos sueños húmedos, ya habíamos tenido nuestros primeros acercamientos al auto placer; los suficientes como para tener experiencia en ese aspecto. Ambos coincidimos en que ya lo habíamos hecho anteriormente y en repetidas ocasiones (quién no). Luego de confirmar nuestras prácticas masturbatorias empezamos a preguntarnos las típicas interrogantes que suelen hacerse durante esa situación: ¿Qué tan grande la tienes? ¿Ya tienes vellos? ¿Ya te salen? ¿Qué, nos las enseñamos?

Yo creo que antes de llegar a la última pregunta yo ya me encontraba a tope por lo que no dudé en darle una respuesta favorable. Ahí estaba yo, en ese momento que había fantaseado tanto, conociendo esa parte de su cuerpo que en noches anteriores me había permitido soñar con escenarios enteros de placer que culminaban en una explosión de sensaciones en esa parte de mi cuerpo que tanto me gustaba tocar.

Primero observé cómo se desabrochaba sus pantalones de mezclilla y luego cómo su cremallera bajaba lentamente dejando asomar unos bóxers con diseño a cuadros, de cuyo color no logro recordar (rojos con verde supongo). Yo hice lo mismo. Él fue el primero en dejar al descubierto por completo su miembro. Ahí estaba, el pene más grande que había visto en mi corta vida. La verdad me faltan palabras para describirlo; a juzgar por el tamaño (y como luego dicen “a ojo de buen cubero”) mínimo tenía unos diecinueve centímetros de largo y alrededor de unos cinco de ancho, estaba rodeado por un ligero vello de color negro que dejaba entre ver dos grandes bultos en la base de éste (sus testículos), no estaba circuncidado y tenía una cierta pronunciación hacia el lado izquierdo. Ahí estaba, siendo sujetado con toda la mano mientras yo lo observaba como cual gato mira ansioso a su madeja de estambre.

Pocas palabras pude decir después de ver por primera vez un miembro real y a tan corta distancia. Así que, sin más, le mostré mi pene también, que desde que había empezado todo, estaba como un envase de refresco de cola con una cartera entera de mentas, a punto de explotar. Esa fue la masturbada más rápida que tuve, a lo mejor por ser la primera vez que veía un pene real o quizá porque era de ese chico con el que había tonteado desde hacía ya rato en sueños. Él también terminó pronto, al mismo tiempo que dejaba escapar uno que otro gemido de placer mientras llegaba al clímax del acto. Como era la primera vez que intimábamos hasta ese grado, no nos tocamos ni acercamos, solamente nos contemplamos el uno al otro, cada quien desde una orilla de la cama.

A decir verdad no podía creer que él me hubiera enseñado esa parte tan privada, tan suya. Nunca había pasado por mi mente que algún día llegaría a darme la mejor paja de mi vida al lado del chavo que había llegado para despertar en mi toda una serie de sentimientos y sensaciones que empezaba a descubrir. Vaya paquete que me había tocado, ni mandado a hacer.

Como parte de nuestras actividades después del colegio, el masturbarnos juntos casi a diario se volvió toda una costumbre que practicábamos apenas teníamos la oportunidad de estar solos. Siempre tratábamos de buscar una nueva forma de hacerlo, ya saben, para encontrarlo más divertido de lo que ya era, con ropa, sin ropa, en bóxers, con la mano contraria, al estilo de la película gay “Krampak” (nos sentábamos cada quien sobre su mano y esperábamos a que se nos adormeciera con el propósito de sentir que nos tocaba la mano de alguien más), con dos dedos, con las dos manos, en fin, de tantas maneras que nos hacían explotar de placer una y otra vez.

Después de nuestras maratónicas sesiones masturbatorias llevamos la experiencia al siguiente nivel. Oye y si me la agarras fueron las palabras que me dejaron frío mientras trataba de ordenarle a mi cerebro que ejecutara al pie de la letra esa oración imperativa que desde hacía mucho tiempo venia deseando escuchar. Al principio no supe cómo reaccionar, me invadieron los nervios, la ansiedad y la sola idea de tocarlo me hacía pensar que lo que estaba pasando en esa habitación, en esa tarde lluviosa, en ese momento en el que estábamos recostados en su cama, me pareciera totalmente irreal.

La primera sensación que tuvo mi mano al sujetar el pene de Nathan es algo difícil de describir. Una piel suave, tersa y con una elevada temperatura fue el comienzo de un sinfín de sensaciones realmente agradables. Firme y dura como un tronco se encontraba sujetada por mi mano mientras sus menudos vellos se colaban entre mis dedos. La primera reacción que él tuvo fue de placer al sentir que mi mano se movía hacia abajo y hacia arriba sin parar. Su cara me hacía sentir increíble, sabía que la forma en que lo estaba tocando era la que él esperaba, por lo que me aferre más a su miembro y no lo solté hasta que hubo escapado el último susurro de placer de los labios de Nathan, mismos susurros que dejé escapar un momento después.

Al final ahí estábamos los dos, tendidos sobre el edredón de su cama mientras nos mirábamos fijamente tratando de sopesar lo que acababa de ocurrir y que nos había dejado exhaustos. A que te gustó fue lo primero que escuché después de terminar aquel tremendo episodio. Creo que mi cara habló en lugar de mi boca y le dio a Nathan la respuesta que esperaba. Y cuando les digo que mi cara habló es por que en ese momento comprobé que mi sonrisa no podía ser más grande ni las palabras que le dije denotaban el mínimo atisbo de contradecir su razonamiento. Sí masturbarnos juntos, pero cada uno por su cuenta, era rico, esto era mejor, el sentir su cuerpo retorcerse de placer y su respiración agitada que me encendía cada vez más y más no tenía en ese momento comparación alguna. Hasta aquí ninguno de los dos había dicho que fuera gay o bisexual, simplemente éramos dos amigos que descubrían lo que no nos habían enseñado en clases de educación sexual.

Si antes manteníamos una relación de amistad buena, esto lo duplicó y pasamos a ser más que amigos. Cada vez inventábamos más excusas para poder estar solos y poner en práctica eso que tanto nos molaba. Ir a la biblioteca, tareas en equipo, salir a recolectar objetos para la clase del día siguiente, ir a jugar videojuegos, acampar los fines de semana en el patio de nuestras casas, visitar el abandonado cuarto de cosas viejas, ir a caminar por las mañanas al bosque, escuchar música en el auto de sus padres, ir a visitar a una amiga, entre muchas otras más, se convirtieron en las distracciones perfectas para continuar con nuestro pequeño secreto que a ambos nos resultaba extraordinariamente placentero.

Así como todo en esta vida avanza en etapas, lo mismo le ocurrió a la relación que manteníamos Nathan y yo. Así que era tiempo de escalar el próximo peldaño. No fue hasta pasados unos cinco meses después de estar teniendo estos encuentros cuando los dos nos pusimos frente a una situación, que de cierta forma, a mi me confirmó lo que venía sintiendo desde tiempo atrás y a él le revolvió un poco las ideas, que culminaron en un punto que leerán más delante.

Ese día Nathan y yo acordamos para pasar la noche del viernes juntos en mi casa con el pretexto de que al día siguiente tendríamos que hacer una tarea. Todo resultó como lo habíamos planeado. Ese día me pasé por la casa de él para ayudarle a empacar el pijama y lo necesario para pasar la noche en mi sitio. Ese día mi madre también estaría en casa, y por ser viernes llegaría más temprano de lo normal. Con todo listo, los dos arribamos a la casa y nos instalamos en mi habitación (que estaba enfrente de la de mi mamá). Como aún era temprano, nos pusimos a terminar las tareas pendientes de cada uno, jugamos videojuegos y luego tomamos cada quien una ducha para irnos a dormir.

Después de terminar cada una de nuestras ocupaciones, nos fuimos a la cama con el pretexto de que nos tendríamos que levantar temprano por la mañana. Así lo hicimos y pronto los dos nos encontramos bajo las sábanas. Antes de pasar al tema que realmente nos interesaba, echamos una breve plática para matar el tiempo y esperar a que no hubiera “moros en la costa”. Después de un rato, la plática se fue apagando mientras nuestras miradas se encontraban fijas como tratando de decir que ya era tiempo de dar el siguiente paso.

Poco a poco mi mano se fue metiendo debajo de las sábanas como si tratara de encontrar algo perdido. Primero empecé por tocar su suave pecho, luego su firme abdomen y con la ayuda de mis minuciosos dedos fui desabrochando el débil cordón que sujetaba su pijama. Antes de que se la quitara por completo, ya podía observar que algo estaba inquieto bajo ese pedazo de tela esperando a ser liberado. Y ahí estaba yo de nuevo, como ya lo había hecho en muchas ocasiones, sujetando su miembro mientras él poco a poco agitaba su respiración y se ponía a modo para que pudiera satisfacerlo como él quería.

Él hizo lo mismo conmigo, sólo me quedé con la camisa del pijama por en caso de que alguien fuera a entrar a la habitación sin avisar. Con nuestros cuerpos desnudos uno después del otro, la temperatura se fue elevando y cada roce que teníamos era como si una descarga eléctrica nos recorriera en todas direcciones. Yo sujetaba su pene y el hacía lo mismo cuando de pronto sus labios carnosos dejaron escapar otro murmullo, que como en ocasiones anteriores, me dejó atónito Tengo ganas de que tu boca pruebe mi pene—.

Era la primera vez que me encontraba frente a esa situación, sabía lo que era chupar una paleta o cualquier otro objeto, pero no sabía qué hacer con un pene. Al principio no estaba seguro de hacerlo, no por que me diera alguna sensación repulsiva o miedo, sino que no sabía qué era lo que tenía que hacer, si debía lamerlo o introducírmelo todo en la boca. Nathan me dijo que no me preocupara, que estando allí sabría qué hacer. Como aún no estábamos muy seguros de que nadie vendría a la habitación, me deslicé despacio y en silencio por debajo de las sábanas y en un santiamén me encontré con su miembro frente a mi cara esperando a ser devorado.

La primera sensación que experimenté fue como si tuviera un bombón en mi boca pero que en vez de hacerse blando, se fue tornando más rígido. Primero empecé por deslizar mi lengua a lo largo de su pene, recorriendo desde la punta hasta la base de éste. Luego sus testículos se encontraron con mi boca y poco a poco fui rodeándolos con mi lengua. Podía sentir cómo todo su cuerpo se estremecía una y otra vez cada que me enfilaba a recorrer su enorme y delicioso pene. Todavía podía saborear un poco al jabón que había utilizado para ducharse, por lo que su sabor era realmente agradable. Una vez que hube recorrido todo su miembro de arriba a abajo, poco a poco fui introduciéndolo en mi boca como si se tratara de un caramelo. Una vez que lo tuve dentro, pude sentir como ocupaba por completo mi cavidad bucal mientras mi lengua en repetidas ocasiones rozaba su glande y jugueteaba con su prepucio.

Para ese momento él ya estaba a mil y el vaivén de su pelvis penetrando mi boca pasó de ser lento y tranquilo a ser una oleada masiva de entradas y salidas constantes. Sus grandes manos sujetaban mi cabeza tratando de que mi boca no se despegara nunca de su cuerpo, pues el placer que en ese momento sentía no se comparaba con ninguno otro que hubiera experimentado (así lo hacía parecer). El sentir el pene de Nathan en mi boca hacía que mi cuerpo temblara de placer una y otra vez. Desesperado de excitación sus manos empezaban a recorrer todo mi cuerpo mientras en voz baja y desesperada me decía que no dejara de saborearlo.

Como su pene era demasiado grande, no podía introducírmelo de tajo así que para que sintiera que podía abarcar todo su miembro, lo alternaba con una serie de lamidas que le hacían dejar escapar gemidos de placer. Mi lengua al jugar con sus testículos podía sentir que éstos se encontraban a punto de explotar y que cada vez que los rozaba, me sugerían tácitamente que no dejara de hacerlo. Como era de esperarse, mi boca se encontró con el sabor salado y afrutado de su líquido seminal que se dejaba sentir en la punta de su glande no circuncidado.

Casi sin pensarlo, ya había pasado más de quince minutos bajo las sábanas disfrutando de su miembro sin importarme que mi madre pudiera entrar o escuchar las respiraciones agitadas que manteníamos. El sólo sentir cómo su cuerpo se apretaba contra el mío para que no me detuviera, elevaba mi excitación cada vez más y me llevaba a un punto de placer que en las masturbadas del diario no tenía comparación. Y esto se vino a comprobar al instante en que mi pene sintió la humedad de su boca y la manera revoltosa de jugar que tenía su lengua con mi miembro. Esa noche, sin hacer el mínimo desaire, ambos tuvimos unos de los mayores placeres de nuestras vidas adolescentes. Sin dudarlo, los dos sabíamos que al momento de llegar a nuestro clímax sería tan intenso que la idea de cómo sería aquello nos absorbía por completo. Y así fue, la mayor eyaculación que había tenido desde que descubrí que mi cuerpo podía hacerlo. Por su parte, la cara de placer de Nathan esa noche es algo que no podré borrar de mi mente. Nunca le había visto esa manera de rodearme con sus brazos y de mirarme fijamente como si estuviera ante algo totalmente desconocido. Si eso era todo lo que habíamos descubierto hasta entonces, no me imaginaba lo que podríamos encontrar si seguíamos con nuestra ardua labor de exploración y descubrimiento.

No puedo describirles la sensación de lo que es tener un pene en tu boca (a menos de que ya lo hayan tenido, sabrán de lo que les hablo). Lo que si les puedo decir es que el sexo oral fue algo maravilloso y extremadamente agradable que seguimos repitiendo con una frecuencia descabellada. Tratábamos de hacerlo cuanto podíamos, sin importarnos que fuera desde la misma habitación de siempre hasta en algunos rincones de alguna iglesia que solíamos frecuentar constantemente. La tienda de campaña que teníamos nunca se usó tanto como en esa época. Esa tienda se convirtió en el espacio donde podíamos darle rienda suelta a nuestros placeres, en donde nuestros cuerpos desnudos se fundían en una acalorada sesión de sexo oral al por mayor. El recorrer su cuerpo con mi boca ha sido una de las sensaciones que no he podido repetir desde aquel momento.

Nathan pasó de ser aquel chico que llegó un cierto día a convertirse en el amante perfecto que a esa edad pude haber tenido por mucho. Su desinhibida forma de ser, su falta de tabúes y su completo entregue al placer nos dio la pauta para disfrutar una y otra vez y hasta varias veces en un mismo día de lo que nuestros genitales eran capaces de resistir. Así pasaron tres años de haber iniciado esa noche debajo de las sábanas de mi habitación, uno de los pasatiempos favoritos que teníamos.

En esos años, Nathan y yo nunca nos animamos a dar el siguiente paso (que era la penetración) a lo mejor por miedo o por no saber si la sensación que fuéramos a tener sería tan gratificante como la que estábamos acostumbrados a sentir. Ahora que lo pienso creo que si hubiéramos llevado a cabo esa parte de la relación aún seguiríamos juntos. Pero no fue así y un cierto día, Nathan se marchó del pueblo por razones que sólo él tuvo para hacer.

Cuando él se fue, yo ya estaba totalmente “crusheado”, si me preguntan, totalmente atraído por su cuerpo y enamorado del alma que lo habitaba. El necesitar de su presencia, de su afecto, de sus risas, de la mirada que hacía mover todo mi interior, de su única manera de tocarme, de hacerme sentir hombre, de saber que allí estaba para cualquier cosa que necesitara, se desvaneció cuando lo vi marcharse lejos, como si nada hubiera ocurrido entre los dos.

Así pasaron los días y las esporádicas veces que llegaba a venir al pueblo, donde pasó tan agradables momentos, no eran suficientes para sentir lo que habíamos vivido y cada vez más él perdía el interés por dejarse llevar y terminar en una explosión de placer como en los viejos tiempos. Siempre usaba alguna excusa barata para dejar de lado el tema. Todo esto llegó a su término cuando nos vimos por última vez. Para ese entonces yo ya tenía alrededor de dieciocho años y me encontraba a punto de iniciar mi carrera.

Ese día que él llegó a mi casa no me lo esperaba así que ya se han de imaginar cómo me temblaron las piernas, me sudaron las manos y el estómago se me llenó de mariposas. A pesar de estar lejos, yo aún seguía sintiendo un montón de cosas, le seguía queriendo aunque él no lo supiera o pretendiera no hacerlo. Nathan siempre fue respetuoso y nunca hizo algún comentario o realizó una acción con el motivo de hacerme sentir mal. Siempre se portó como un caballero, incluso en el momento ese que llegó a mi casa y cuando yo traté de abrazarlo y darle un beso (el primero que intentaba darle porque a Nathan no le gustaban), me retiró de manera delicada y me dijo que lo había pensado bien y que por “experiencias” que había tenido en los lugares en los que había estado, que no le iba más lo del rollo gay, que se había confundido pero que después de reflexionarlo, las chicas eran lo que buscaba y con las que quería estar de la manera en que lo había hecho conmigo.

En ese momento, recordé todos los días en que éramos inseparables, que compartíamos nuestras cosas, que nos escabullíamos a la menor oportunidad que tuviéramos y que también, nos habíamos conocido de una manera en la que no todos los amigos se conocen (sino imagínense que caos sería esto). Así que el escuchar que a él no le iba el rollo gay y que ya incluso tenía novia fue ahora sí como un balde de agua fría que terminó por apagar las descargas eléctricas que recorrían mi cuerpo cada vez que lo sentía cerca de mi.

Aún inmutado de estupor, lo único que le dije fue que me dolía que ya no tendría la oportunidad de seguir con él, de que lo que había ocurrido sólo se quedaría como un bonito recuerdo que había tenido en años pasados y que aunque no lo imaginara, en todos esos días, aparte de haber aprendido a tener sexo, lo había aprendido a querer y a preocuparme por las cosas que le ocurrieran. Nunca supe que paso por su mente porque no me dio respuesta alguna y rápidamente pasó de tema de conversación porque llegaron otras personas a donde nos encontrábamos los dos. Después de un rato, Nathan se levantó y de manera amable se retiró. Esa fue la última vez que vi su rostro, un rostro bien definido por una mandíbula que le daba una perfecta forma oval.


Sé que muy dentro de el aún queda un rasgo del adolescente que conocí un día como tantos de los que pasan y del cual me enamoré sin darme cuenta y que conseguí entregarle una parte de mi que no le he dado a nadie más desde aquel momento. Ojalá y pueda conocer nuevamente a un Nathan que me sacuda de la manera en que él lo hizo y que aparte de darme el mejor sexo de mi vida, pueda quererme de la manera en que lo merezco. Así que solamente queda cuestionarme algo acerca de Nathan: ¿Y, si siguiera aquí?...

jueves, marzo 28, 2013

¿Y, qué pasa si doy clic ahí?

En la vida hay situaciones que te cambian, otras que te hacen las cosas más faciles, otras más difíciles y otras que simplemente te sirven como una válvula de escape de la realidad en la que te encuentres. A mi me ocurrió la última. Una válvula que llegó en el momento en el que más la necesitaba y que me dio la oportunidad de escaparme un poco, sentirme menos condicionado y a la vez más yo.

Ares. Si, ese programa de intercambio de archivos (P2P, por sus siglas en inglés) de donde todos hemos bajado al menos la canción que más nos mola. Yo le encontré otra utilidad. Cierta vez me encontraba curioseando entre las pestañas que integran su menú y al detenerme en una de ellas, mi atención se centró inmediatamente. El chat. Al principio pensé que era algo que me podría acarrear virus (aún un novato adolescente que empieza a moverle a todo lo que una máquina le puede ofrecer) pero al ir pasando las interminables listas de todos colores con miles de símbolos y formas divertidas, mis ojos se posaron como cuando un tirador ve a su objetivo. Estaba allí, enfrente de mi, una lista de colores rosas, verdes y negros que en medio tenía la palabra que en ese momento más rebotaba en cada uno de los lóbulos de mi cabeza: gay room. Les cuento que antes ya había querido entrar a uno de esos chats que anunciaban para conocer hombres homosexuales, pero que al final sólo me conducían a descargar plugs in o cualquier otra herramienta estúpida. Además, cuando intentaba entrar a esos sitios, lo hacía casi siempre desde un café internet, pero como es de suponerse, en el pueblo como en el que vivo, el historial no es borrado muy frecuentemente de las computadoras, por lo que siempre el encargado husmeaba en lo que uno veía y después se mofaba de ti (true story). Ahí fue cuando comprendí el dicho tan popular "pueblo chico, infierno grande". Pero bueno, volviendo a ese momento en el que clave mis ojos cual cazador lo hace con su presa, me arriesgué e hice clic dos veces el botón de mi mouse (ya en mi propia computadora, pero todavía algo nervioso de que pudieran espiar lo que miraba) y esperé a que la sala cargara. Cuando por fin entré, una serie de colores, textos e imágenes formadas con los símbolos que se encuentran en las teclas de la laptop por encima de los números, se empezaron a desplegar y a darme una llamativa bienvenida. Luego, abajo apareció mi nickname: "sexyboy" y después "pablou".

La verdad no sabía qué hacer, solamente me dedicaba a mirar fijamente la pantalla y esperar a que la lista de usuarios con sus comentarios rápidamente empezaran a subir. No comprendía aún lo que podía hacer o el concepto que se podía manejar. Era súper común ver nicknames que pedían encuentros "cam2cam" para realizar pajas (en ese momento no tenía claro la definición de esa palabra, misma que después de tanto ver y preguntar pude saber, masturbación), otros pedían conocer a gente de su ciudad para encuentros ocasionales, algunos más lanzaban preguntas a la sala para ver si obtenían alguna respuesta; me permitiré mencionar algunas: ¿algún chavo caliente? ¿quién me enseña? ¿activos del D.F. ? ¿pasivo de veinte años o más? ¿paja por cam?,  por mencionar las más decentes.

De alguna manera me tenía que unir a ese ambiente, si no lo hacía estaba claramente tirando por la borda mi propósito de conocer a alguna persona con la que pudiera establecer una conversación o que mínimo, me preguntara si era activo o pasivo (pensaba que era el estatus que tenía dentro de la sala). Una vez que supe lo que significaban las palabras anteriores, me limitaba a contestar con una sola en vez de explicarles que era nuevo en la sala y que no tenía ningún conocido con el cual interactuar, por lo que mi actividad en ese momento era muy baja, hecho que me hacía decirles más tarde que me consideraba pasivo. (Luego les aclararé, por si lo quieren saber de qué lado de la cama juego).

En un inicio sólo me limitaba a hacer las preguntas básicas que los demás me hacían y que yo repetía como una máquina bien afinada: "Hola, ¿De dónde eres? ¿Qué edad tienes? ¿Cómo te llamas? ¿Estudias o trabajas? ¿Qué buscas? ¿Tienes pareja? ¿Eres gay, bi o ninguna de las anteriores? ¿ASL (para cuando conversaba con algún extranjero de habla inglesa, A= age, S=sex, L=location)? ¿Tienes cam? ¿Me pasas tu messenger?, todas esas.

Al principio era divertido, luego algo entretenido y al último resultaba cansado, entonces cuando entraba, siempre copiaba y pegaba una breve descripción de todas las preguntas anteriores para evitar mencionarles mi currículum de adolescente cachondo en la sala de pedacito en pedacito.

Así duré en esa situación alrededor de un mes, entraba, hacía todas las preguntas, me desconectaba de la sala, abría mi messenger y agregaba a los que habían sido más corteses en entablar una buena conversación y no a los que pedían sexo a diestra y siniestra. Y ya saben el típico procedimiento de muéstrame una foto tuya (era fundamental decir esto antes que la otra persona lo dijera, porque en ese entonces se consideraba casi obligado mostrar tu imagen si lo preguntaban antes que tú) o pon tu cam un ratito para verte. Menudas acciones que tenía que hacer para echar de vez en cuando una buena paja (mi placer culposo).

Para mí era un mundo totalmente nuevo esto de las salas (porque había muchas pero la mayoría resultaban bastante tediosas) y de conocer gente a través de los servicios de mensajería instantánea. Al menos podía expresarme un poco con alguien más que se encontraba a kilómetros de distancia que yo, porque siempre me ponía que era de un lugar diferente al que vivía, ya saben por ese asunto del infierno grande. Cada vez me gustaba más, no perdía la mínima ocasión para entrar a las salas cuanto podía según me los permitieran mis actividades (sobre todo del colegio); se me hizo una costumbre al final. Pero todo lo anterior se vio multiplicado a la décima potencia (haber si recuerdan sus clases de matemáticas) cuando por fin me uní a una conversación en la sala principal.

Los colores que denotaban los nombres que los usuarios habían escogido me encandilaron. En la sala principal si eras un usuario popular, con grandes dones de relaciones sociales, amigo de los creadores de la sala o simplemente alguien que hacía comentarios atinados, podías aspirar a este privilegio de contar con algo que te destacara ante los demás, algo que te hiciera sentir que estabas presente y que en ese momento tú mandabas.

Para ser honesto no recuerdo muy bien cómo me uní a esa conversación (han pasado ya más de ocho años desde ese momento) pero de pronto yo estaba allí, siendo mencionado por los dioses de los nicknames con colores estrafalarios, ya se imaginarán, había desde combinaciones serias, bien mezcladas, hasta despampanantes y fluorescentes nombres que dejaban ver que tras la pantalla se escondía una gran diva. Yo no tenía aún ese privilegio, así que mi nombre se perdía entre los cientos de usuarios que pedían que alguien les hicieran el amor  o que al menos les enseñaran el miembro en la cam (yo apoyaba en gran manera a estos últimos).

Poco a poco fui concentrándome más en las conversaciones generales y no tanto en las privadas con usuarios calientes y pervertidos que lograban articular cada obscenidad articulable. En la sala general todos los usuarios importantes parecían ya conocerse desde hacía un tiempo atrás porque se preguntaban cosas que iban desde su trabajo, la escuela, la pareja, las actividades diarias hasta observaciones del ámbito familiar. Debo decirles que poco a poco fui dándome una idea de los usuarios que usualmente merodeaban y hacían comentarios que llamaban mi atención. Por lo general siempre después de las siete de la tarde (hora del pacífico) y hasta pasadas casi las dos de la mañana. En este horario, ahora sí que se vivían desde encadenados romances paganos hasta historias que siempre terminaban con final feliz (ustedes saben a que me refiero, no precisamente donde se juntan y viven felices para siempre). Siempre había algo demasiado divertido como para no leer.

Ese era un mundo que todo chico gay frustrado como yo soñaba, ser el protagonista de cada una de las narraciones que ahí se plasmaban o al menos tener a los cientos de amigos con los que se divertían dentro y fuera de ese espacio (para mi) maravilloso: el chat gay de Ares.

Todos los días terminaba mis deberes y hacía las actividades que tenía que hacer en mi casa para poder estar puntual a la hora que les mencioné anteriormente. Odiaba cuando tenía que salir de casa o cuando las tareas del diario me absorbían parte del tiempo que dedicaba al chat. Aparte estaban las constantes llamadas de atención de que me fuera a dormir temprano porque al día siguiente no iba a querer despegar las pestañas. Me molestaba tanto que pasara eso cuando terminé por conocer a las personas que me ayudaron a tener unas pocas horas extraordinariamente buenas a pesar de  que el resto del día fuera extraordinariamente malo.

La razón por la que les cuento esto es porque quiero compartirles un poco de historia acerca de cómo conocí a muchas de las personas que me hicieron creer que no estaba solo, que me brindaron su amistad y que gracias a ellas hoy puedo tener al menos un grato recuerdo de mi adolescencia. Asimismo, hoy quiero que todos ellos al leer estas líneas sepan lo importante que son para mí y que, aunque a todos no los conozco físicamente, siempre han estado allí cuando requiero un consejo o una buena plática (sobre todo por celular o por skype).

Bueno, les comentaba, en el chat conocí a personajes que fueron todo un boom en ese espacio (mencionaré el nickname o un nombre al azar, para que si lo están leyendo puedan reconocerse) y a los que también nos daban guerra y trataban de romper los lazos que formábamos.

Iniciaré por mi primer amigo gay que tuve, su nickname era "Jotis" y en esta ocasión lo conoceremos como "Mateo". Aún no he encontrado la palabra que pueda describir a esta persona, tal vez sea porque él es una persona tan especial que no hay adjetivo que pueda calificarlo. Les contaré como lo conocí. Al inicio él y yo éramos rivales. Si, por muy tonto que parezca, no tuvimos un buen comienzo, tal vez por su alocada manera de ser y de sobresalir o por mi insistente interés de llamar su atención. Él, como tenía más tiempo que yo, había logrado hacerse de "level" o "manapoderes" como les decía (así se le conocía a los usuarios que tenían cierto poder para manejar la sala, más bien fungían como colaboradores del dueño del chat) así que si algo no le parecía bien, se volvía un tirano cualquiera y nos despachaba a dormir temprano. A mi me pasó fácil más de cinco veces.

Mateo era un chico como pocos de los que había en el chat: popular, bastante activo con el teclado, muy social, mal hablado (cosa que aún me sigue encantando de él), bueno para formar relaciones entre los demás participantes. También era carismático, sumamente extrovertido, gustoso del descontrol, "sexoso" por naturaleza, fanático del 'ménage à trois', con mucha experiencia en el ambiente gay, esposo de algunos, sirviente de pocos, "amiga" de cientos, amante de miles, esclavo de hombres con más "level" , protagonista de todas y cuantas historias se narraran. Además, algo sarcástico, bueno para jugar con el lenguaje, en pocas palabras hacía notar su presencia y si a ti no te gustaba algo que dijera, te aguantabas porque si no usaba sus "manapoderes".

Así pasó algún tiempo antes de que le enviara un mensaje privado y le hiciera las preguntas elaboradas que leyeron anteriormente. Preguntas que permitieron que me diera por fin su dirección de correo electrónico. Inmediatamente, copiar y pegar para añadirlo como amigo en messenger. Debo confesarles que cuando quería ser amigo de alguien resultaba algo insistente y no me rendía hasta estar seguro de que no me fuera a bloquear o eliminar de su lista de amigos. Así me pasó con Mateo. 

En un inicio nuestra relación era básica y sencilla, nos saludábamos bien, contábamos una que otra cosa que nos hubiera sucedido en el día o de algún tema del chat que preferíamos platicarlo fuera de la sala. Siempre tardaba mucho en responder, ya saben, su tremenda vida social en el chat. No sé a ciencia cierta hasta qué punto llevamos esta situación o cuál fue el instante en el que pasamos a convertirnos de uno simples conocidos hasta los amigos y confidentes que somos hoy en día (mi "comadre" como le digo de cariño). En parte, este avance lo logramos cuando empezamos a preocuparnos el uno por el otro, cuando nos interesamos más en lo que nos pasaba y simplemente cuando, a pesar de no conocernos, empezamos a contarnos nuestros secretos  y aprendimos a confiar recíprocamente.

Mateo fue la primera persona con la sostuve una plática por cámara web (sin mostrar partes de mi anatomía), el primer amigo que tuve y que me enseñó muchos de los conocimientos que ahora poseo (sobre todo en el ámbito sexual, broma). La primera persona con la que no tuve que fingir ni pretender venderle una falsa imagen mía para que la comprara al precio que fuera, nada de eso. El significó muchas conversaciones de desahogo, de pláticas de más de tres horas en las que me aconsejaba qué hacer y qué no hacer o simplemente me decía una simple frase que me hacía morir de risa. Actualmente él lo sigue haciendo y se lo agradezco como él no tiene una idea.

"Jotis", ese nickname que se acostaba virtualmente con todos, que abusaba de su estatus de poder, que fantaseaba con los hombres más calientes del chat, que alucinaba con las historias que desataban sus ciber amigos, con sus novios que lo llevaban al cielo varias veces (y en una sola noche), con sus comentarios "atinados" acerca de ésto o aquello, con su imaginación sin fronteras, con su personalidad arrolladora y con la sencillez que cualquiera pudiera envidiarle, se convirtió en esa persona especial a la que de por vida le voy a estar agradecido por rescatarme del lío que estaba hecho, por darme rumbo y dirección así como por estar siempre cuando lo necesité. Así que si lo estás leyendo amigo, siéntete orgulloso de ser la persona que eres.

Además de Mateo, en esas fechas conocí a otros chicos más que me ofrecieron su amistad pero que por cuestiones ajenas les perdí la pista (ojalá que pueda volverles a encontrar). Etre ellos se encuentran:

Pollo.- El era un chico agradable, bastante divertido con sus ocurrencias, el personaje acaudalado de la sala, el centrado, el patrón de "Jotis" (y creo que amante durante algún tiempo). Lo recuerdo porque siempre estaba allí para dar una palabra de ánimo o sacarnos a todos una serie de carcajadas por sus floridos recursos del lenguaje.

Vortec.- El fue uno de los grandes dueños de la sala de chat que me ayudó a conocer a mucha gente. Siempre fue agradable y bastante bueno con todos, sus conversaciones eran interesantes y siempre sabía que hacer o decir. Recuerdo que me daba sus consejos cuando traté de abrir una sala de chat en Ares (misma que falló en interminables ocasiones, que si por el Windows, que si por el módem, que si los puertos, que si el firewall). Gracias a él pude usar muchas combinaciones de colores y aparte tener "manapoderes", los cuales usé muchas veces para hacer los que "Jotis" hacía conmigo; se sentía tan bien.

Nortyndur.- El fue el creador de otra sala en la que pasé muchas de las horas de mi vida. Siempre fue agradable, accesible, me enseñaba a usar los comandos de la sala de chat, me hacía sentir importante, me ayudaba con algunas cosas de mi máquina, fue una de las personas que casi siempre me dejaba algo escrito en el Metroflog (que apareció tiempo después de habernos conocido) y debo confesarlo, no le importaba complacer un fetiche que  él me conoce bastante bien. 

Neón.- Mi fiel y extraordinario asistente personal del chat (ganador de un concurso que organizamos alguna vez) que siempre estaba al pendiente de lo que ocurría en la sala y que me lo contaba con puntos y comas para que usara mis "manapoderes". A él no le importaba si estaba de vacaciones en la playa o en la escuela, siempre estaba allí para iniciar una buena plática.

Netts.- A él no lo conocí del todo, pero me resultaba muy familiar porque era novio de mi mejor amigo Mateo. Creo que era del mismo estado en el que yo vivo. A Mateo lo hacía feliz, por lo tanto a mi también me agradaba leerlo de vez en cuando.

Wampiro.- Siempre con su obstinada personalidad "oscura" y con su humor ácido, nos hacía morir de la risa con sus historias que le ocurrían sólo a él. Como su nombre lo intuiría, siempre entraba a altas horas de la noche y a decir verdad no sé hasta que horas permanecía en la sala (imagino que hasta antes del amanecer), tratando de seducir a cuanto hombre podía.

Benny/Inodoro.- Ellos fueron conocidos también, al inicio fueron muy agradables pero aunque no me guste la manera en que terminó nuestra amistad, siempre los voy a recordar de una u otra manera. Benny si lees esto, fuiste el primero en enseñarme a hacer una llamada telefónica erótica (aunque no salió nada, nada, nada bien. El ruido del río nunca lo superaré).

Ed.- Uno de los primeros amigos extranjeros que tuve. Fue fascinante el poder conectar con una persona que fue y sigue siendo una de los amigos más honestos y sinceros que he conocido. Por un tiempo perdimos todo contacto pero recientemente hemos podido ponernos al día y seguimos manteniendo la misma relación que tuvimos antes. Ed, gracias por ser tan directo y por darme los consejos que me has dado y que aunque no lo creas, me han permitido salir de muchas situaciones.

Ellos fueron las primeras personas que conocí en los famosos e interminables chats de Ares. Sin embargo, también conocí tiempo después a otras personas que ahora forman una parte importante de mi persona:

Ellioth.- Fuiste una de las primeras personas que conocí cuando dejé de frecuentar a los personajes que mencioné anteriormente (a excepción de "Jotis"). Te recuerdo como un chavo bastante centrado, con muchos conocimientos que me enseñaste (y sigues) que yo ignoraba o tenía algo erróneos. Tú buen gusto por todos los aspectos de la vida es algo que me fascina de ti. Actualmente (para los que no lo saben) seguimos teniendo charlas muy frecuentes por otros medios electrónicos y vía telefónica. Ellioth es una persona que no se complica la vida, pero que siempre sabe qué decir y cómo actuar en el momento oportuno.

Igor.- No sé como describir el impacto que causaste en mí. A pesar de que eres de otro país y que en ocasiones tenemos algunas dificultades con el idioma (no habla español) siempre estás ahí recordándome y sacándome una sonrisa en cada uno de los mensajes que me envías. Sé que algún día nos vamos a conocer, aunque no se cómo le iremos a hacer sin el traductor online del cual abusamos desmedidamente.

Pipe. Amo su acento. El fue uno de los amigos bisexuales que tuve al inicio de mi experiencia en la salas de chat. Siempre te recuerdo como un amigo: tranquilo, despabilado, demasiado encantador para mi gusto. Gracias a él le pude hallar un mejor uso a skype a través de las interminables conversaciones que tuvimos pero que desafortunadamente ya no han podido continuar debido a que no he sabido nada de ti. Gracias por enseñarme el valor de la amistad, por tenerme la confianza para expresarme gran parte de tus pensamientos y por estar siempre ahí cada vez que te necesité. En verdad, te extraño increíblemente demasiado.

Carlos. Tu historia de amor en la sala de chat fue una de las mejores que he leído, aunque haya sido tan corta, te lo debo de decir que marcó una tendencia respecto a las historias de amor en el chat. Gracias por tus llamadas en los recesos que tenía cuando estaba en la escuela y por tus interminables horas de pláticas a través de la cámara web. Espero volver a saber de ti pronto y seguir teniendo esas interacciones divertidas e interesantes que no he podido (ni podré) sustituir.

César.- Eres uno de los amigos más directos que tengo. Agradezco tu sinceridad, honestidad y claridad para enseñarme las cosas. Diferimos en muchos, tal vez demasiados gustos, pero tenemos esa pequeña pizca que nos permite conectar y llevar nuestra amistad a ese punto en el que ahora estamos. De verdad que tus pláticas son un manjar cada vez que las escucho a través de la línea telefónica. Son múltiples tus ocupaciones pero sé que aunque refunfuñes me estimas tanto o más como yo te estimo a ti.

Octavio. Qué puedo decir de ti amigo. Te conocí en un instante en una sala de Ares mientras buscabas a alguien que te ayudara a marcar bien tu abdomen. Aunque yo no lo tenía marcado, me llamó la atención tu mensaje y debo reconocer que fue de esos acontecimientos de los cuales jamás te arrepientes de haber atendido. Si no te hubiera mentido respecto a mi abdomen de lavadero, me habría perdido la gran oportunidad de conocer al enorme ser humano que eres. Siento que eres de esas personas que siempre encuentran el lado positivo de las cosas, que aunque todo esté confuso y enredado, puedes encontrar la orilla. Gracias por tus comentarios y buenos deseos. Admiro tu gran honestidad, tu carisma y tu sencillez. Inigualables. En verdad te aprecio como no tienes una idea, y siempre recuerda que el amor es algo que viene y que va y que al igual que todo en esta vida, tiene un tiempo y un lugar determinado y que va a pasar cuando tenga que pasar.

Creo que ellos son las personas que más han marcado mi vida a pesar de que no están aquí, a un lado mío para poderlos abrazar y decirles en persona todo lo bueno que ellos me han dado. Sin embargo, a pesar de la distancia y de las actividades de cada uno, siempre nos damos un tiempo (por muy breve que sea) para recordar y platicar acerca de nuestros miedos, sueños, frustraciones, anhelos y esperanzas.

Ares para mí no sólo significó la descarga de archivos (de no muy buen criterio para algunos), para mi fue el inicio de una etapa de mi vida la cual volvería a repetir una y otra vez porque por vez primera me permitió sentirme aceptado, valioso, amado y estimado por personas que son mucho mejores que yo. A lo mejor muchos dirán que esos sitios sólo buscan la satisfacción física de ciertos aspectos (como lo son los tórridos y pasionales encuentros) y sí, no lo voy a negar, pero también son sitios que en mi experiencia, te pueden cambiar la vida y darle (si lo sabes aprovechar) un giro de ciento ochenta grados a tú manera de ser, a las perspectivas que tienes y que puedes llegar a asimilar. Para mi significó todo acerca de la persona que fui, soy y seré.

A lo mejor para unos cuantos sonará como un encuentro casual todo lo que les platiqué en las líneas anteriores pero, créanme, en lo personal fue (y como se los mencioné al inicio) esa válvula de escape que me ofreció un mundo diferente, ajeno totalmente a la realidad, un espacio que ni soñado podría creerlo. No sé que hubiera sido sin esas noches interminables de desvelo, de tallarme los ojos cansados frente a la pantalla de los interminables colores y formas de las salas de chat, de los concursos más populares de los que he sido testigo: "Reyna del Chat", "Reyna gay" y  "Pasiva del año" por mencionar algunos.

Agradezco por las personas que conocí y que pude haber omitido en esta narración, pero también espero que la vida me dé una segunda oportunidad de poder volver a conectar con las personas que formaron parte de mi vida en un pasado pero que ahora por situaciones totalmente ajenas a nosotros, nos han privado del gusto de seguir en contacto.

A veces hay cosas tan comunes para muchas personas pero que para otras son totalmente inesperadas. A mi me ocurrió y espero que a ti que estás leyendo, pueda darte un ejemplo de cómo se puede salir adelante aunque las cosas no vayan bien ni funcionen de la manera en que tú te lo esperas.

Sólo resta decir a todas las personas que mencioné que las quiero y que les agradezco con todo mi ser todo lo bueno y lo malo que me dieron y que me hicieron no desistir en mi esfuerzo por alcanzar eso que tanto anhelamos todos: la felicidad.

Entonces, ¿Estuvo bien dar ese clic?, ustedes opinen.


martes, marzo 26, 2013

¿Y tú, cómo amas?

Hoy les escribiré una entrada corta. Tal vez se estarán preguntando el por qué. La verdad es que este día ha venido un poco complicado en el trabajo (trabajo de vacaciones) y las actividades me han comido una gran parte de mi tiempo libre, tiempo que gustosamente dedico para plasmar estas cuantas líneas. Así que en esta ocasión les dejaré algo un poco diferente.

Husmeando un poco en la web, me topé con este video que me hizo pensar y reflexionar acerca de cuando conoces a una persona, en cómo te sientes, en qué es lo que esperas del otro y en cierta forma cómo miras tú a esa persona y como ella te devuelve a ti el favor.



Espero y les guste y puedan dejar un comentario en el que respondan la pregunta de esta entrada, ¿Y tú, cómo amas?


lunes, marzo 25, 2013

¿Y, cómo comenzó todo?

Muchas de las situaciones por las cuales atravesamos en nuestra vida diaria nos dan la oportunidad de cuestionarnos y darnos cuenta de si vamos en la dirección que se presume ser "correcta" o "adecuada", pero, ¿qué pasa si no es así, si en lugar de caminar por donde todo mundo lo hace, tomamos diferentes caminos, atajos o rutas que se salen totalmente del protocolo que nos han enseñado?

Esta fue una de las primeras ideas que vino a mi mente cuando descubrí que mi orientación sexual era diferente a la de los demás chicos de mi clase y de mi familia. Cuando pasó esto, todavía nos encontrábamos en los 90's y aunque, a pesar de que ya se vislumbraba cierta "libertad" para el ambiente homosexual, los miedos aún estaban presentes como no tienen una idea. La sola premisa de revelar a todos (familia y amigos) mis gustos, mis pensamientos, mis emociones, se quedaban ahogadas apenas lograban ponerse en mi garganta. Debo confesar que desde entonces ahí han permanecido (sobre todo para mi familia). 

Regresando a lo anterior, era difícil no sólo comprender el por qué me sentía de esa manera, a lo mejor era algo pasajero, ya saben, una de esas "mañas" que toman los chicos en la infancia. Absoluta y radicalmente no. No era una de esas cosas que suelen ser pasajeras o que tomas a la ligera. Desde ese momento, desde que fui concebido, ya empezaba a formarse en mi esa única e inigualable forma de ser, pero no fue hasta que tenía alrededor de nueve años cuando empecé a darme cuenta de todo el acontecimiento que estaba por sucederme, como si ya tuviera demasiado criterio o experiencia a esa edad.

Al principio, y como a todos los demás (quiero pensar), me invadió una sensación de no saber qué hacer, sí contárselo a alguien de mis amigos o de mi familia, sí podía preguntarle a mi maestra de la escuela (que me encantaba porque siempre iba bien vestida y olía rico) o sí debía tratar de resolverlo yo de una sola vez. Opté por la última opción. No sé hasta que punto esa fue la mejor de las soluciones o la peor de las decisiones que tomé y que hasta hoy en día vengo cargando.

Saben, cuando por fin descubrí que era diferente a los demás me sentí contento  antes de sentirme culpable, único antes de empezar a rechazarme, pero también solo, solo como lo pasé el resto de mis años de adolescente.

La secundaria y la preparatoria no fueron ese espacio donde todo el mundo se divierte, conoce a mil de amigos, pasa las mejores aventuras de su vida, donde haces lo que quieres hacer, donde pasas las mejores vacaciones de tu pubertad y adolescencia, donde sales con las personas que quieres, donde empiezas a definirte y tomar el camino que deseas que dure para toda la vida. Para mi fue un duro despertar, una etapa en la que me sentí más solo de lo que ya estaba, tal vez porque los supuestos "amigos y compañeros de escuela" me buscaban cuando requerían algo de ayuda académica (porque ante todo siempre fui y sigo siendo un buen estudiante y un excelente autodidacta)o requerían de algún otro favor frívolo.

Haciéndoles un breve paréntesis en mi narrativa, hasta el momento me sigo preguntando si todos los chicos homosexuales nos juntamos desde que tenemos idea de lo que vamos hacer (hablando de nuestra orientación) con las chicas antes que con los chicos. Si no es así, a mi si me ocurrió. Parecía un imán gigante de niñas (no por mi físico o mi cara) sino por la forma en que era, algo tímido, amigable, estudioso, divertido cuando lograban acercarse lo necesario para conocerme. No obstante, esto marco la serie de comentarios y opiniones que todos, absolutamente todos, pensaban y que se atrevían (unos que otros) a decir: "es gay... (por no mencionar palabras más hirientes)"

Si, eso fue algo con lo que lidié toda mi adolescencia, el juntarme con las chicas (que por cierto yo disfrutaba como no tienen idea)marcó mi proyección ante los demás. No sólo pasaba en mi escuela, también ocurría en mi familia. Prefería mil veces estar con mis primas en casa pasando el rato ya fuera en una agradable plática o practicando algún juego que requiriera usar más de una neurona, que salir con los "sementales" de mis primos a tratar de ligarme a la mayor cantidad de chicas disponibles que había, que era a lo que se resumía toda su diversión, o a platicar de cosas que no me interesaban en lo más mínimo (como la chica de las tetas más grandes, las incontables poluciones nocturnas que habían tenido pensando en la chava más maja del salón, en las camionetas que deseaban tener, en las fumadas de cigarrillos que se ponían o en la toma de bebidas alcohólicas indiscriminadas), para nada.

Entre el estudio, y el descubrimiento del internet (era una maravilla simplemente tener tu correo electrónico) fue como logré sobrevivir a esta etapa. No me apoyé ni en mi familia ni en mis amigos ni tampoco me sinceré con ellos. Mi madre siempre usaba un dicho "lo que no has de poder ver, en casa lo has de tener" (bastante cierto) y si, ella no aceptaba (ni aceptará) el estilo de vida homosexual, a lo mejor por la manera en que fue educada, o por su ideología o por su religión (no es que quiera justificarla). Debido a ello, cualquier tema con un mínimo atisbo de homosexualidad era y es particularmente molesto y nada viable para algún tópico de conversación familiar. "Vayan a saber ustedes que cosas del demonio son esas".

Nunca pude contarle a alguien cómo me sentía, que me gustaba (más bien me encantaba) ver y fantasear con los chicos atractivos que ocasionalmente llegaban al pequeño lugar en el que vivía y sigo viviendo (un pueblo), las canciones que me desconectaban de la realidad (Britney Spears, Madonna, Westlife y demás, por mencionar algunos) o la ropa y los zapatos que me gustaría tener. No, nada de eso pude contarle a alguien. No fue sino hasta que inicie con mi carrera que conocí a mi primer amiga verdadera, a la cual al principio no le confesé todo lo tenía congestionado en la garganta desde que tenía nueve años, a la cual pude soltarle todo lo que venía cargando desde hacía un buen rato (ya estarán sacando las cuentas me imagino). Y si, fue una amiga como era de esperarse a la que pude platicarle toda mi verdad. (Las críticas seguían cayendo como cántaros de agua porque seguía con mi patrón de juntarme con las chicas). Pero esa será una historia en la que profundizaré en otras publicaciones.

Nunca tuve un novio formal en esos tiempos, nadie a quien mandarle cartitas llenas de corazones los catorce de febrero, nadie con quien compartir mi tarta de cumpleaños ni mucho menos las navidades que pasaban año con año. Si se lo están preguntando, no, no perdí mi virginidad en la adolescencia, sin embargo tuve un ligero, aunque significativo encuentro con un amigo cuando apenas alcanzaba los quince años, encuentro del que les platicaré después (en una historia erótica en la que sólo les relaté ese encuentro).

Creo, en cierta manera, que desperdicié muchos años de mi adolescencia y algunos de mi juventud  en tratar de ocultar lo que soy, en borrar cualquier rasguño que pudiera revelar mi tan escondida homosexualidad, y lo más importante, en pretender ser alguien quien no era. Si, me arrepiento como no se imaginan por no haber hecho lo que pude hacer cuando tenía esa edad, por perderme todas las diversiones que pude haber vivido, por dejar pasar mi primer amor de estudiante, mi primera desilusión amorosa, amigos que fueran igual que yo, porque aunque suene ilógico nadie, absolutamente nadie, tenía tendencias homosexuales o  se sabía que fuera gay  (creo que mi radar-gay en ese entonces estaba algo empolvado y olvidado). Tantas cosas que pude haber sentido, descubierto y experimentado. Pero en fin, uno no puede vivir de fantasías pasadas.

Aún hay más que contar, más vivencias por narrar, mas frustraciones que sacar y sobre todo más experiencias que develar. Espero que les haya mostrado aunque sea un poco de lo que viví cuando era más joven (no estoy tan viejo si se lo están imaginando, apenas tengo veinticuatro años) y algunos errores que cometí para que tú, querido lector, puedas reflexionarlos y te quede esa sensación de cómo comenzó todo.

domingo, marzo 24, 2013

¿Y, si empezamos?

Bueno, es la primer vez que trato de escribir una entrada para el blog. En verdad aún no sé por dónde empezar, sin embargo, tengo muchas ideas en mi cabeza que en este preciso momento están revueltas y girando de un lado a otro (como si fuera a propósito), pero eso no es excusa para escribirles algo agradable que puedan leer este domingo por la noche.

Ya desde hace bastante tiempo había querido empezar a escribir un blog, sin embargo, no había podido hacerlo debido a que siempre tenía algo que hacer y una vez que lograba acabarlo, surgía algo más y así sucesivamente hasta que por fin pude darme un tiempo para hacer algo que disfruto hacer no sólo en mi trabajo, sino que también en mis ratos libres: escribir.

Para ser honesto, no sabía que orientación darle a este espacio, si de moda, si algo intelectual, si algo de espectáculos o de algún otro tópico que solamente me diera algo de que escribir. Es por eso que en una tarde de esas en las que te desconectas de la realidad y te pones a pensar en una serie de escenarios posibles e imposible a la vez, se me ocurrió darle una orientación divertida, entretenida e interesante desde la perspectiva de un chico gay que trata de ver   dentro de lo que cabe, lo mejor y lo peor de las cosas (aunque suene algo trillado).

No es algo fácil tratar de plasmar todo lo que crees y piensas en un espacio que pueden ver cientos o incluso miles de personas sin que en tú cabeza le des vuelta a dudas como:  ¿estará bien? ¿funcionará? ¿lo irá a leer alguien? ¿qué opinarán? ¿demasiado malo? ¿demasiado malo? en fin, ya se imaginarán todo lo que pensé.

Pero no fue que esto se hizo presente hasta este preciso momento en el que estoy tratando de ofrecerles estas líneas. A pesar de mi gusto por la escritura, no puedo dejar de sentir esta sensación de incertidumbre que puede proyectar este blog, pero bueno, no es que se vaya a desatar una reacción masiva de lectores por redactar estas cuantas palabras, ¿o si?

Mientras lo anterior no ocurra, trataré de escribir entradas que de una u otra manera nos hagan reír, pensar, reflexionar acerca de cosas tan comunes que nos suceden en nuestro trabajo, nuestra casa, con nuestros amigos, con las personas que queremos, con las personas que odiamos, con los que deseamos estar, con las que deseamos convivir, con todo aquello que nos haga sentirnos vivos.

Y bueno como dice el título que seleccioné para este blog (créanme, no fue nada fácil porque siempre me venían en mente nombres medio tontos, cursis, demasiado "diva" jaja y aburridos) este espacio lo realicé con la intención de expresar las cosas que siento y que me gustaría contar, porque déjenme decirles que no soy tan bueno con las palabras orales como lo soy con las escritas, es decir, no me cuesta interactuar con alguien pero no me siento capaz de ser yo mismo a como lo puedo ser cuando escribo (en cierto punto sin que nadie me conozca) desde mi máquina.

En resumen, creo que es una buena forma de iniciar contándoles lo que me ha llevado hasta este momento en el que me encuentro y a partir del cual me gustaría iniciar una nueva aventura en compañía de quienes se atrevan a aventurarse conmigo. No sé que reacciones voy a recibir ni qué ayuda podré ofrecerle a otras personas a través de las palabras que logre articular. Quiero pensar que no estoy solo en medio de un montón de gente, que allí afuera, al otro lado de la pantalla, hay alguien que pueda entenderme y ayudarme a crecer más como ser humano. Sin duda un reto difícil más no imposible de lograr. 

Bueno, si deseas deja un comentario, recomiéndame y de vez en cuando no olvides pasarte y darle una lectura a las entradas que iré publicando en posibilidad del tiempo que disponga. Y nada, espero que te haya gustado lo que acabas de leer.

PS. Se aceptan todo tipo de recomendaciones, artículos que quieras que publique o simplemente conocerme. Solo envíame a mi correo lo que necesites.